Las empresas de hoy deben tomar muy en cuenta el hecho de que sus activos y su valor no descansan únicamente en componentes tangibles. La imagen y la reputación, pese a su intangibilidad, son el activo mas importante de una empresa, una institución o una persona. El valor de mercado de una empresa, está estrechamente vinculado a su activo reputacional. De ahí, que en momentos de crisis de #Reputación su valor en la bolsa caiga o suba en función de la gestión que se realiza durante esos momentos coyunturales.
Si su reputación e imagen son estables, el valor de la marca y de la empresa se mantiene. Si sube el activo reputacional, sobre todo, por un buen desempeño de responsabilidad social y ciudadanía o por mejoras en sus productos, sube el valor de la empresa y de su marca. También, si la reputación de la empresa se ve afectada de manera negativa, esto repercutirá en el valor de la empresa, haciéndolo bajar.
Esta es una ecuación que opera sin importar si la marca ofrece productos o servicios. Y es por eso, que gestionar la reputación se ha convertido en el eje central de la dirección estratégica de las empresas, que cada vez son más conscientes de la necesidad de comprender, proteger, desarrollar y administrar estratégicamente el activo reputacional.
Debido a que la reputación se basa en supuestos, emociones, percepciones y creencias acerca de lo que es una organización, cómo trabaja, en qué cree y cómo se ha comunicado con sus audiencias, se hace imprescindible para cualquier empresa medirla y operacionalizarla identificando los posibles riesgos reputacionales que puedan afectar su valor y generar temas de crisis, pero al mismo tiempo estando presentes en conversaciones que puedan representar oportunidades para aumentar el activo reputacional.
La reputación, es un activo intangible que toma muchos años construir y pocos minutos perder, si las empresas no tienen una estrategia para cultivarla y no entienden que todo lo que hacen o dejan de hacer, influye en las percepciones de sus audiencias.