Hechos-067 La Promesa del Padre


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Apr 16 2024 6 mins  
El Señor Jesús, antes de ascender al cielo, les había pedido que permanecieran en Jerusalén hasta que recibieran la promesa.

Lucas 24:49 lee “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.”

Y en Hechos 1:4 dice que “estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre.”

¿Cuál era la promesa que esperaban del Padre?

Esta promesa, según leemos en los evangelios, era el Espíritu Santo de Dios. En Hechos 1:8 Jesús les había mandado que esparcieran el mensaje del evangelio, pero no lo harían es sus propias fuerzas, sino que dijo: “recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.”

Desde el principio del ministerio de Jesús había sido anunciado que a diferencia de Juan, el cual bautizaba con agua, Jesús bautizaría con el Espíritu Santo (Mt. 3.11; Mr. 1.8; Lc. 3.16; Jn. 1.33) dentro de no muchos días.

En Juan 15:26 dijo “Cuando venga el Consolador, a quien yo enviaré del Padre, {es decir,} el Espíritu de verdad que procede del Padre, Él dará testimonio de mí.

Leemos en Juan 16 cómo había enseñado Jesús diciendo: “Pero yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré. Y cuando Él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”... “Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir. El me glorificará, porque tomará de lo mío y os {lo} hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que El toma de lo mío y os {lo} hará saber.”

Esto ocurriría, según Juan 7:39, cuando Cristo fuera glorificado; es decir, cuando después de muerto hubiera resucitado y ascendido en gloria al cielo. Una vez Jesús ascendió al cielo, el Espíritu Santo vendría a habitar en la vida de cada uno que previamente depositara su fe en Cristo.

Esta promesa debía dar aliento a los seguidores de Jesús que lo verían sufrir a manos de los judíos y romanos, lo verían crucificado en una infame cruz. Gracias a Dios, a la mañana del tercer día, había vencido la muerte, resucitando y encontrándose con muchos de sus seguidores. Nos narra Hechos 1 que “después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.” ¡Qué privilegio haber podido sentarse una vez más a los pies de Cristo para oír sus palabras. Después de esto Jesús había ascendido al Padre, no sin antes dar, como dice el versículo 2 del primer capítulo de Hechos “mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido, ” esto es, que compartieran lo que habían visto y vivido por toda Jerusalén, por Judea, y hasta los fines de la tierra (Mateo 28:19-20). Hasta recibir el Espíritu, debían permanecer en Jerusalén, como Jesús les había indicado.

¿Pero cuándo vendría este prometido Consolador? ¿Cómo lo reconocerían?
No les había dado estos detalles. Debían esperar con fe en la incertidumbre.

De este modo, y en estas condiciones, encontramos a los discípulos al principio del libro de los Hechos, juntos en Jerusalén, reuniéndose y repasando las verdades que habían oído y habían vivido, esperando la promesa del Consolador, este precioso bautismo del Espíritu que Jesús había prometido y que tenemos registrado en los cuatro evangelios (Mt. 3.11; Mr. 1.8; Lc. 3.16; Jn. 1.33).

¡Qué difícil se hace esperar cuando no conocemos todos los detalles! ¿verdad? Mas Dios quiere que confiemos en Él aún cuando no vemos el cómo y el por qué; cuando no conocemos la ruta de salida. Ellos confiaron en comunión con Dios y con otros de la misma fe. ¿Puedes esperar tú en Él en las circunstancias en las que te encuentras?