Obispo de Polotsk, en Rutenia, y mártir, que con ardor incesante impulsó a su pueblo hacia la unidad católica, cultivó con piadosa dedicación el rito bizantino-eslavo en Witebsk, que entonces estaba bajo la jurisdicción de Polonia, y, cruelmente perseguido por una chusma enemiga, murió por la unidad de la Iglesia y la defensa de la verdad católica. "Quiera Dios que yo pueda robar todas vuestras almas para llevarlas a Él"; "Yo estoy entre vosotros como vuestro pastor y quiero que sepáis que me consideraría muy feliz de dar la vida por vosotros. Estoy pronto a morir por la sagrada unión, por la supremacía de San Pedro y del Romano Pontífice"; "Si Dios me juzga digno de merecer el martirio, no temo morir".