Obispo, que nombrado cardenal por su tío materno, el papa Pío IV, y elegido obispo de Milán, fue en esta sede un verdadero pastor fiel preocupado por las necesidades de la Iglesia de su tiempo. Para la formación del clero convocó sínodos y erigió seminarios, visitó muchas veces toda su diócesis con el fin de fomentar las costumbres cristianas y dio muchas normas para bien de los fieles y numerosas limosnas; llamado «un segundo Ambrosio», fue figura clave en el Concilio de Trento, uno de los más grandes reformadores de la Iglesia del siglo XVI y de los más eminentes en teología pastoral. Le dio la primera comunión a San Luis Gonzaga y estuvo en contacto con diversos santos, como: San Felipe Neri, San Francisco de Borja, San Pío V, San Alejandro Sauli, San Andrés Avellino, y otros muchos. “Las almas se conquistan de rodillas”; "Procura antes que todo predicar con tu vida y costumbres, no sea que, al ver que una cosa es lo que dices y otra lo que haces, se burlen de tus palabras meneando la cabeza"; "Si diriges las almas, medita con qué sangre han sido lavadas, y así, todo lo que hagáis, que sea con amor"; "El amor debe ser el maestro de nuestro apostolado"; "Un santísimo silencio es el celoso guardián de la humildad"; "Las buenas obras son la base de la oración; quitadlas y tampoco durará la oración".