Monólogo de Alsina: "No digas militar, di seguridad"


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Mar 10 2025 11 mins   12

Hay una cosa en la que están de acuerdo Trump, Macron, Putin, Zelenski, Xi Jinping, Úrsula Von der Leyen, Benjamin Netanyahu y Pedro Sánchez. Puede que sea la única en la que piensan todos exactamente igual. Y esa cosa es… hacerle la pelota a Mohamed Bin Salman, príncipe de Arabia Saudí, que lo mismo ejecuta disidentes que encarcela activistas de derechos humanos y lo mismo se compra torneos de fútbol que participaciones muy notables de empresas tecnológicas españolas o buques de guerra.

Con Bin Salman hay consenso

Con Bin Salman -salvo en Irán- hay consenso: hay que llevarse bien. Incluso muy bien. Blanquearle y blanquearle como si no hubiera un mañana. Y concederle el papel de salvador del mañana permitiendo que sea él quien ejerza de anfitrión, y organizador, de la negociación entre Estados Unidos y Rusia para pactar el final de la invasión de Ucrania (a costa de que una parte de Ucrania permanezca ya invadida para siempre).

Hoy el príncipe descuartizador recibirá a Volodimir Zelenski, presidente sitiado de Ucrania, que naturalmente también le hará la pelota porque para eso Ucrania es tan europea como nosotros. Zelenski se dejará aconsejar -o lo fingirá- en la víspera de que los enviados de Trump se reúnan, también en Arabia Saudí, con los ministros de Zelenski para tantearse mutuamente. Y en la confianza de que los delegados trumpistas se abstengan de tratar a los ucranianos con el desdén y superioridad con que su jefe trató a Zelenski en el despacho oval.

Termine como termine lo de Ucrania, si es que termina, la Unión Europea ya está en el escenario siguiente, que es asumir que nosotros mismos podemos llegar a ser objeto de deseo del virus Putin. Y vacunarnos. La señora Von der Leyen cumple esta semana cien días de su segundo mandato, al frente de la comisión europea, un gobierno de cuotas que tiene un comisario por cada país incluyendo la extrema derecha italiana -querida Giorgia- y a la extrema derecha húngara -Víctor Orban, padrino de San Diego Obescal, o sea Vox-, el cordón sanitario en la comisión europea nunca ha sido reclamado por nadie, ni siquiera Sánchez.

La comisión europea, como algunos jefes de gobierno, prefiere la palabra seguridad a defensa, y prefiere hablar de reforzar la seguridad a gastar más en armamento e industria militar. Quizá porque para algunos gobernantes -por ejemplo, el nuestro- es más cómodo pedir respaldo popular a la lucha contra los ataques cibernéticos o los yihadistas del Sahel que a la fabricación de armas o la compra de aviones de combate.

A ver si mencionando los ciberfraudes y la cosa climática se digiere mejor que haya que meter más dinero en Defensa. Sánchez sigue tratando de replicar, en Bruselas, lo que se hizo con la pandemia: inyecciones directas de dinero europeo a los Estados para que afronten los gastos extraordinarios y sin tener que devolverlo. Pero el mensaje que martillean sus colegas europeos es que todo gobierno tiene que retratarse con su propio presupuesto nacional, singularmente el nuestro porque sigue siendo visto como renuente en esta materia. Y eso que en Europa no recuerdan -en España, tampoco- aquella entrevista que le hicieron a Sánchez hace diez años en El Mundo.

[[H3:Del ‘sobra el ministerio de Defensa’ a esto de ahora]]

Qué fácil era aquello de contraponer el gasto social al gasto militar. Tuvo que salir el PSOE a decir que se le había malinterpretado. Del ‘sobra el ministerio de Defensa’ a esto de ahora, notable evolución. Que para algunos de sus socios de izquierda es involución. A la vez que sigue batallando para que llegue dinero, busca la manera de aumentar las partidas sin cambiar los Presupuestos del Estado -porque seguimos sin nuevos presupuestos- y trata de presentar una hoja de servicios más aseada presentando como gastos en Defensa partidas que antes no lo eran. Si metes en la cuenta de Defensa gastos del CNI o nóminas de funcionarios que hasta ahora no computaban, ya puedes decir que gastas más de lo que dicen que gastas, aunque estés gastando lo mismo.

Es poco objetable esta descripción que hizo ayer Núñez Feijoo, a cinco días de verse con el presidente en la Moncloa.

No hay presupuestos nuevos, es un hecho. Ya estamos a diez de marzo y ni siquiera consta que haya una negociación en serio al respecto. Segundo año consecutivo con las cuentas prorrogadas y con el gobierno incumpliendo su obligación constitucional de presentar un proyecto a las Cortes. Y tal como se ha puesto el asunto de la Defensa, cada día le cuesta más a la propaganda gubernativa sostener que los Presupuestos de hace dos años siguen siendo estupendos.

Hasta hoy, el presidente sólo ha hablado de este asunto en la rueda de prensa express que dio en Bruselas el jueves y en los mítines que da cada fin de semana para sus militantes en actos de partido en España. Digamos que, a efectos domésticos, la crisis que afronta Europa ha sido para Sánchez material mitinero, no de Parlamento. Hasta final de mes no tiene intención de comparecer para hablar de esto. En su innegable dedicación mitinera, el Presidente hizo saber ayer que se ve a sí mismo como necesario. Imprescindible. Todos somos contingentes. Pero él…

cómo el gobierno se valora a sí mismo

Ya informaba este domingo El País, puntual a la cita con sus lectores, de cómo el gobierno se valora a sí mismo. Y se valora estupendamente, lo cual tampoco es una sorpresa. En el gobierno hay una convicción absoluta, leo, absoluta de que el giro de la política española hacia la agenda internacional beneficiará a Sánchez. Ole, ole. Declara el ministro anónimo de guardia: ‘Feijoo de política internacional no sabe nada, mientras que Sánchez lleva desde 2018 marcando un perfil internacional muy alto’. Desde 2018, señora, o sea, desde el mismo momento en que desembarcó en la Moncloa y reemplazó el Marca por el Wall Street Journal. No es una broma, se encargaba el propio presidente de mostrárselo a sus visitas: ‘antes estaban aquí el As y el Marca, ahora mira, el Washington Post, el Journal, Newsweek’. De Rajoy también decía Sánchez que en política internacional era un cero a la izquierda. O a la derecha.

Los lectores dominicales nos quedamos tranquilos. No sólo es proverbial la capacidad del gobierno para concluir que cualquier cosa que suceda le beneficia -la estabilidad internacional, la falta de estabilidad; que siga Biden, que vuelva Trump; que caiga Puigdemont en Junts, que siga Puigdemont; que el PP gobierne con Vox, que Vox rompa con el PP---, no sólo es proverbial su capacidad para argumentar que todo le beneficia, y para lograr que así se difunda, sino que es revelador que ante sobresaltos internacionales tan descomunales como éste de ahora, el gobierno esté en el cálculo de si le beneficia o le deja de beneficiar… a él.

Es posible que a la mayoría de los ciudadanos les importe poco si al gobierno le viene bien o mal que Europa esté metida en la mayor revisión de sí misma de las últimas décadas, o si poder hacer oposición a Trump en sus mítines -aún sin mencionarle ya nunca por su nombre y apellido- le hace ganar al presidente una décima -o hasta tres- en las encuestas de intención de voto. Pero quede constancia que en el gobierno hay alguien con la calculadora en la mano estimando qué le viene mejor al gobierno, si dar a Feijoo trato singular -como si fuera Junts- o diluirlo en el peregrinaje colectivo a la Moncloa el jueves; si valorar la sintonía total que mantiene con el PSOE respecto de Ucrania o hacerle aparecer como el escudero de Vox; si aceptar su ofrecimiento de pactar la inversión en Defensa o afearle que con Rajoy aún se invertía menos -la herencia recibida para nuestro gobierno nunca caduca, da igual que con Rajoy estuviésemos convalecientes de una recesión ante la que la Unión Europea de entonces recetaba rescates y hombre de negro en lugar de fondos de recuperación y deuda mancomunada. Calculando, que es gerundio.