El cerebro responde a la falta de alimento liberando todo tipo de hormonas desde la grelina y el cortisol hasta la adrenalina, lo que provoca una complicada respuesta emocional como el mal humor, la irritabilidad o la agresividad. Todo es poco para alertar de la amenaza del hambre. Nos lo explica Liliya Kazantseva, Investigadora científica, Instituto de Investigación Biomédica de Málaga (IBIMA).