«El que antes robaba, que no vuelva a robar; al contrario, que trabaje y use sus manos para el bien, a fin de que pueda compartir algo con quien tenga alguna necesidad»
(Efesios 4:28)
Siempre me asombra que, cuando predico sobre la prosperidad, alguien se acerca y me dice: “Yo no necesito mucho dinero. Soy una persona sencilla con una vida sencilla. Simplemente le pido a Dios lo suficiente para suplir mis necesidades”.
Algunos creen que eso significa ser humilde, pero no lo es. ¡Es egoísmo! No lo consideran así, pero en realidad están diciendo: “Lo único que me preocupa es poder cubrir mis necesidades. No tengo deseos de ayudar a satisfacer las necesidades de los demás”.
Bien, esas personas podrían pedirle a Dios un millón de dólares, usar lo suficiente para cubrir sus necesidades y donar el resto. Pero ni siquiera se les ocurre hacerlo, ya que cuando se trata de dinero, el mundo les ha lavado el cerebro haciéndoles creer que si tienen exceso, deben guardarlo.
Esa creencia ha sido un obstáculo para el ministerio de Jesucristo en el mundo de hoy. Ha hecho que ministros del evangelio abandonen su llamado y consigan trabajos seculares para poder subsistir. Esto también ha perjudicado a las iglesias y paralizado el crecimiento de los ministerios que hubieran podido alcanzar miles de almas para el Señor.
No hay duda de que se necesita dinero para predicar el evangelio. Jesús lo sabía, y contrario a lo que piensa mucha gente, el ministerio de Jesús no carecía de fondos. Había tanto dinero circulando por Su ministerio que fue necesario nombrar un tesorero: su nombre era Judas.
Pero Jesús no acumuló ese dinero para Sí mismo. Lo entregó para cubrir las necesidades de los que le rodeaban. Tal era Su fama de ser generoso que en la noche de la última Cena, cuando Judas salió repentinamente de la habitación, los discípulos creyeron que Jesús lo había enviado a darles a los pobres. ¿Puedes imaginarte lo mucho y las tantas veces que Jesús le había dado a los pobres para que los discípulos dieran ese hecho por sentado?
Jesús jamás fundó ningún imperio mundano para Sí. Pero eso no significa que era pobre. Quiere decir que era la persona más generosa que jamás haya existido sobre la faz de la Tierra, y ya es tiempo de que comencemos a seguir Sus pasos.
No rechaces la riqueza que Dios quiere darte sólo porque crees que no la “necesitas”. Atrévete a aceptarla, y luego repártela con quienes sí la necesitan. Deja de trabajar para vivir y empieza a trabajar para dar… y descubrirás el verdadero propósito de las riquezas.
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