Sacó a Santos de su equivocación y le enseñó por qué el 11 de septiembre no se celebra una derrota sino una victoria. Celebró, en cualquier caso, que a la festividad patriótica solo asistieran Carme Forcadell y sus nietos. Más fascinante le resulta Salvador Illa, que ya era viejo cuando lo conoció de joven, siendo monaguillo del masón y tarradellista Romà Planas. Lo único que ha hecho en un mes como presidente de la Generalidad ha sido ir bajo palio. Obispo jefe de Cataluña, se ha arrogado una misión histórica: la síntesis entre los míticamente contrapuestos Montserrat y Poblet.
Se detuvo largamente en el debate entre Trump y Harris, penoso en líneas generales. Quisiera que los medios le explicaran la extraña metamorfosis de la señora vicepresidenta, que pasó de ser un cero a la izquierda en las crónicas durante cuatro años a la emulsión salvadora de la democracia americana. No criticará él la postura anti Trump, ¡pero sí que no hagan evidente el sesgo! En el supuesto triunfo de Harris, por lo demás, pesó algo que tampoco dice el periodismo: los desvaríos de su contrincante debidos a la edad.
Hablando de edad, le maravilló que estén aumentando los delincuentes de más de 64 años, un signo irrefutable de que ya no se envejece. También celebró que Ayuso presente para los jóvenes un plan contra las drogas.
Volvió feliz, en fin, después de mes y medio de ausencia, ¡que no de vacaciones!, interruptas por la incursión circense de Puigdemont en Cataluña. Insistió en que el verano es su estación favorita, a pesar de las apocalípticas advertencias del paper candente que glosó Santos: el calor afecta a la fertilidad.
Y fue así que Espada yiró.
Burning paper: Nacen menos niños en los meses que siguen a días calurosos.
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