Pedro de Alvarado fue estratégico al establecer nuevas alianzas con los nativos. Los pueblos indígenas que se enlistaron en su ejército provenían de los principales reinos y etnias del centro de México: mexicas, tlapanecas, acolhuas, huezotzincas y tlaxcaltecas. Asimismo, se les sumarían otros grupos que se encontraban en la ruta a seguir por Alvarado, entre ellos mixtecas y zapotecas de Oaxaca. Cuando llegaron a Guatemala, se enlistaron aproximadamente mil kaqchikeles, quienes eran enemigos tradicionales de los pipiles. Los tlaxcaltecas encontraron en los españoles a unos aliados para batallar contra sus enemigos letales, los aztecas.
Alvarado utilizó exitosamente una táctica española frecuente para fragmentar y ganar provincias nativas, que radicaba en conquistar a los enemigos de los grupos que se manifestaban amistosos hacia los castellanos. Los kaqchikeles ayudaron por un tiempo a los españoles en la conquista de sus antiguos enemigos, los quichés. Otra expresión de esa táctica fue la decisión de Alvarado de avanzar, comenzando en el capital kaqchikel, para ir sobre otros de sus enemigos habituales, los pipiles de Izcuintepeque y Cuscatlán, y de esta manera extender su poder para instaurar derecho prior sobre una mayor cantidad de territorio hacia el sur.