Mil seiscientos millones de kilómetros más allá de Urano se encuentra Neptuno, el dios del mar de los romanos, el Poseidón griego, de una belleza azul que deslumbra. Fue “encontrado”, y digo bien, en 1846 por el astrónomo alemán Johan Galle (1812-1910). La localización de Neptuno es, sin duda, uno de los éxitos de la teoría de Newton y de John Couch Adams (1819-1892), matemático y astrónomo británico que pasó a la historia de la ciencia por predecir la existencia y posición del nuevo planeta utilizando únicamente las matemáticas y la teoría de la gravitación de Newton, por supuesto.