El siglo XX fue un siglo de vapuleos y enmiendas a muchas de las asunciones propias de la modernidad europea. No obstante, pese a que gran parte de su legado fue pasado por la trituradora, una idea permaneció intacta: la idea ilustrada de que la cultura «civiliza», nos libera o nos hace mejores.
En su libro Manual para quemar el Liceo (Traficantes de Sueños), Jaron Rowan nos invita a replantear la vigencia de la noción burguesa de cultura, que todavía sigue siendo promovida por las instituciones públicas y que define los valores y aspiraciones de gran parte de la sociedad.
Hablaremos con Jaron, para desafíar la noción de la Cultura como un agente inherentemente emancipador y transformador, al tiempo que nos mostrará cómo esta ha sido repetidamente empleada para mitigar los conflictos sociales y bloquear los procesos de cambio político.
Para ello, empezaremos el viaje en la propia ilustración en la que emerge ese concepto de Cultura, y la clase que lo promovió, para hacer un recorrido por cómo esa concepción burguesa se ha ido convirtiendo en hegemónica y que implicaciones tiene.
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En su libro Manual para quemar el Liceo (Traficantes de Sueños), Jaron Rowan nos invita a replantear la vigencia de la noción burguesa de cultura, que todavía sigue siendo promovida por las instituciones públicas y que define los valores y aspiraciones de gran parte de la sociedad.
Hablaremos con Jaron, para desafíar la noción de la Cultura como un agente inherentemente emancipador y transformador, al tiempo que nos mostrará cómo esta ha sido repetidamente empleada para mitigar los conflictos sociales y bloquear los procesos de cambio político.
Para ello, empezaremos el viaje en la propia ilustración en la que emerge ese concepto de Cultura, y la clase que lo promovió, para hacer un recorrido por cómo esa concepción burguesa se ha ido convirtiendo en hegemónica y que implicaciones tiene.
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