Su universidad, la más antigua y prestigiosa del país, ha marcado la historia y personalidad de la segunda ciudad más grande de Estonia. Ubicada en el sureste del país, no muy lejos de la frontera rusa y a orillas del Emajõgi (el río madre), Tartu es una capital cultural, activa y de espíritu joven. En Raekoja Plats, la plaza del ayuntamiento, conocemos a Katri Kulm y Gersom Arbelo, una pareja que regenta la empresa de turismo Taste & Feel Estonia. Después de examinar ese corazón social de la urbe, ascendemos hacia la colina Toomemäe, que luce en su cima las ruinas de una catedral de ladrillo de origen medieval. Hoy, en parte reconstruida, acoge uno de los tres museos de la Universidad de Tartu; los otros dos están en un antiguo observatorio astronómico y en el imponente edificio noble de la institución académica. Dos antiguos alumnos, Leonardo Ortega y Reet Escribano, nos ayudan a entender su dimensión e importancia. Después de recorrer el colorido barrio Supilinn y el costado fluvial de la ciudad con la profesora Reet Vahemets, recalamos en el Museo Nacional de Estonia. También buscamos otras visitas culturales y científicas como el centro AHAA, la ciudad creativa Aparaaditehas o el teatro Vanemuine, que sentó las bases de la dramaturgia nacional tras la ocupación rusa. Contamos con las voces de la actriz Bianka Randell y de la escritora Kai Aareleid, que traza un preciso retrato de la Tartu de posguerra en su novela 'Ciudades en llamas' (Jot Down Books).